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El regreso de Tujhuni

 

Pero regresaste a desatar tu furia sobre unos mortales indefensos y ajenos a nuestro mundo.

Al que fuera mi hermano:

    En uno de mis deleitosos viajes al mundo terrenal conocí a Ximena. En ese entonces ella desconocía su verdadera capacidad. Siempre supuso que sus sueños eran sólo eso, que al leer las cartas o la mano de las personas, alguna divinidad la guiaba. No tenía idea de la magia que de ella misma surgía. Yo le revelé la verdad cósmica ¿Quién sino yo, Chihzotli, el Dios de luz para demostrarle su verdadero potencial, convertirla en mi pareja y mi bastión?

    Siempre me preguntabas por qué ella, una mera mortal. Alguien que a tu parecer no era digna. ¿Y por qué no? Si había una mujer que merecía de ser divinizada era Ximena, que de forma natural conocía el porvenir y que por sus venas corría ya el flujo del Tehuanatli. Era perfecta para ambas cosas, ser Diosa y vivir a mi lado ¡Pero qué ironía!, que lo que nadie pudo ver era la vileza que habitaba tu corazón. Tujhuni, mi adorado hermano, el gran Dios del tiempo, tú. ¡Quién habría podido advertir lo ruin y bajo que eras capaz de caer! Traicionándome como vil temuztli. Usaste tu poder y te moviste desde el pasado para afectar el futuro sin que mi amada lo percibiera.

    Por fortuna mis fieles tajis detuvieron tu ataque el tiempo necesario para que mi esposa se salvara y yo te atrapara. Después de que escapaste de tu prisión, huyendo por un hoyo negro y la nave que tomaste te hizo naufragar en la inmensidad del universo porque no era de fiar, yo te creí perdido para siempre.

    Pero regresaste a desatar tu furia sobre unos mortales indefensos y ajenos a nuestro mundo. Yo me encontraba de nuevo de incógnito entre ellos. Observaba tus patéticos desplantes a través de sus medios de comunicación. Con dolor presenciaba cómo los hacías sufrir y los aterrorizabas. Pensaba: “¡Eres un necio! ¿Cómo te atreves a salir vivo en las noticias? ¿A mostrarte ante ellos?” Una vez más tuve que recurrir al poder del Tehuanatli para detenerte. Al ver las consecuencias que tus acciones acarrearían otros dioses se unieron a mí y logramos encerrarte una vez más.

    A estas alturas ya debes saber que por tus actos serás despojado de toda tu divinidad y tu poder. El dominio sobre el tiempo se dividirá entre Runehua, Diosa de la distancia y Omehuani, Dios de la velocidad. Así ya nadie podrá abusar de él como lo hiciste tú. Es por eso que escribí esta carta, para despedirme, no de ti, sino de lo que solías ser. Me despido de Tujhuni, el gran ser que eras antes de que naufragaras en el mar de tu propia intolerancia.

Con sinceridad,

Chihzotli


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