Camino de un lado a otro mientras espero a que surtan la receta de Susana. Voy de pasillo en pasillo, observando los empaques de las medicinas, sus caritas sonrientes y sus voces tiernas que a estas alturas me aturden. Al hablar todas al mismo tiempo suenan como un enjambre hipnótico y perturbador. El robo-guardián no me quita el ojo de encima. Hay una gran cantidad de productos que prometen mejorar la memoria. «¿Y no habrá nada para olvidar?», me pregunto. Mi hermana y yo hemos batallado mucho para sobrevivir en esta ciudad. Recuerdo el primer día de clases. Entramos y dijimos: «¡Buenos días!». Todos nos miraron como si los hubiéramos insultado. Incluso el maestro en turno parecía molesto. Nos quedamos calladas, no estábamos preparadas para sus costumbres. Al ver que no atinábamos a reaccionar, el profesor n
Escritor de literatura especulativa.